
Charlie Oscar Patterson produce simultáneamente múltiples cuerpos de trabajo que abrazan la historia de la pintura modernista, funcionando como una continuación y combinación del minimalismo y la abstracción que fusiona la escultura con la pintura. Atenuando las cualidades decorativas del lienzo mientras juega con su fisicalidad, Patterson nos guía en un viaje para descubrir nuevas percepciones del espacio y la luz. Si bien el color es uno de los principales marcadores visuales en su obra, cada pieza "suena" a través de una intervención rítmica, y su movimiento en el tiempo se captura con los cambios de la luz. En su trabajo, la luz se convierte en un vehículo que transporta el color desde la superficie lisa del objeto hasta el ojo del espectador. Su profunda fascinación por el color es, ante todo, una exploración de la luz, ya que la luz es color. Aplicando múltiples capas de denso óleo, Patterson se enfoca en el uso de un solo tono cromático para enfatizar tanto la superficie de la obra como sus luces y sombras, logrando que el lienzo cobre vida a medida que el espectador se mueve y la luz cambia. Esta combinación de color y forma refleja su interés en resaltar la presencia física de la obra misma, en lugar de expresar la voz del artista; sus piezas monocromáticas son un gran ejemplo de ello. En el trabajo de Patterson, la luz completa la obra y, al mismo tiempo, la transforma. Su práctica puede comprenderse mejor si se percibe la luz como si fuera sonido. De la misma manera en que se construye un instrumento para producir un sonido específico, sus obras son instrumentos que "tocan" la luz. Al describir su proceso artístico, Patterson reflexiona: "Construir el marco es como escribir la partitura, y pintar es como tocar por primera vez". Al igual que las teclas de un piano, las extensiones tridimensionales del lienzo actúan como herramientas para jugar con la luz, ofreciendo infinitas posibilidades y variaciones de sombra y tonalidad. Al componer sus obras como una partitura musical, sus arquitecturas se convierten en instrumentos que interpretan ritmos sólidos de color al compás de la luz y la sombra. El trabajo de Patterson es una experiencia en sí misma. A través de su gesto, la obra se convierte en un objeto, en una instalación: adquiere una presencia particular que involucra al espectador al compartir el mismo espacio.